Mi vestido amarillo

 A veces pienso en cuál debe ser el color de la felicidad... un azul profundo que imite la paz, pero inmediatamente me asusta por mi miedo a los peces... un verde tranquilo donde habite mi animal interior, una leona protegiendo a sus crias, pero en ese momento es cuando, inexplicablemente, mi mente comienza a reprocesar y me genera un dolor en la cresta central de mi cabeza tan incomodo que revive uno a uno los recuerdos que trato de calmar día a día... 

Quizá el color de la felicidad, de mi felicidad sea el lila, un color que, dicen es femenino y delicado, y así poder sentirme más aceptada por mi madre por las personas, evitando comentarios como brusca, agresiva, y fuerte, como si por ser todas esas cosas me volviera menos mujer, a sabiendas que por todas esas características aqui sigo, luchando una vida que me fue entregada para amar con pasión, con una fuerza melancólica... parece tan sencillo desaliñar uno a uno los hilos de mi vida, todos creen que el color de mi alegría es el negro o el rojo profundo... y tal vez en algún oscuro momento de soledad así fue, quizá mi color fue, y en ocasiones es, el tenue y lúgubre amarillo de la esquina de un café, en el que puedo pasar inadvertida, en el que las personas solo ven una imagen invisible llena de arañasos que temen acercarse a ese intento de poeta.

Volví a pensar cuál es el color de la alegría, y supe que no debe ser un sólo color para todos... por lo menos no lo es para mí, decidí que hoy el color de mi alegría es amarillo porque mis miedos, mis odios autoinfringidos me permitieron sonreír, aunque las razones sean las mismas que las de un libro de auto ayuda, aunque la razón más valedera sea yo misma, me dejaron sonreírle a las duras noticias, al desamor, a el profundo desencanto, y a aceptar el riesgo de perder la fe en las ilusiones.

Mi color es el amarillo, hoy así es, en un bosque lleno de verdes, rodeado de mares y con cavernas oscuras pintadas con sangre profunda, mi color es amarillo... porqué no permitiré que nada me quité mi paz, mi alegría, mi belleza, no dejaré que nadie me arrebate este calor de aceptación, esta verdad que es tan mía como el amarillo de mi vestido.



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